sábado, 8 de marzo de 2008

Anómalas

Nací mujer y decidí seguir siéndolo. No es cuestión de nacer y conformarse con lo que nos toca, ni asumir que lo que nos toca trae aparejada toda una serie de designios irrevocables.

He aquí una nota croniquesca dedicada a la reflexión en un día como hoy.

Anómalas

La Argentina y el mundo aún hoy responde a clasificaciones que distinguen roles sociales a partir de la división sexual. ¿Qué opciones quedan para la mujer en este juego? ¿Luchar por una identidad propia o ajustarse a la normalidad sugerida?

Por: Bárbara Corneli
“La mujer sólo el diablo sabe lo que es,
yo no lo sé en absoluto”, F. Dostoiewsky

¿Qué es una mujer?¿Qué piensa?¿Qué siente? A lo largo de la historia estas dudas fueron planteadas a partir de considerar la existencia de una diferencia sustancial entre los sexos, más allá de la conformación biológica de sus cuerpos. En la repartija a la mujer le tocó, o al menos eso dicen, la peor parte. Se la consideró un ser con un nivel estupidizante de sensibilidad, débil, torpe, blanda, maleable, ingenua, servil, protectora, maternal y perfectamente gobernable por cualquier espécimen masculino. Casi, casi, como una mascota, solo que con algunas bondades domésticas y la capacidad de hablar, para disgusto de muchos.
Nunca hubo dudas semejantes en torno a los varones de la raza humana y aún desde el lugar de incógnita, las mujeres se constituyeron en objeto, en lo otro, definida y organizada –redefinida y reorganizada, una y otra vez- por varones. El logro de la lucha feminista debería situarse, según palabras de Simone de Beauvoir en “El Segundo sexo”, en poder definirse a sí misma, en conquistar una identidad propia, que no responda a categorías machistas ni se acomode en la sociedad patriarcal.
Pero la sumisión no sólo ocurre cuando una de las partes somete, sino cuando la otra, la mujer, en este caso, agacha la cabeza en silencio y responde o acepta con obediencia. Uno de los primeros textos con visos feministas que se encuentra antes del siglo XIX corresponde a Mary Wollstonecraft, quien plantea que la opresión femenina es producto de la contribución de ambos sexos por igual.
Habría que revisar entonces, los lugares ocupados por las mujeres de la Historia, cuando estos estuvieron signados por las condiciones de inferioridad otorgadas al segundo sexo por la educación y la socialización.

LA COMPAÑERA
Salvando casos atípicos en los que la mujer ha ocupado un lugar considerable en relación al varón, nacer con o sin pene simbolizaba el lugar que luego podría ocuparse en la estructura social. Aún en la civilización egipcia, donde según wikipedia.org las mujeres tenías ciertos privilegios tales como preservar el propio apellido después del casamiento y poder acceder al divorcio, los hombres eran quienes mantenían el hogar y la mujer se consideraba, a fin de cuentas, un complemento.
Las comunidades indígenas que habitaban Latinoamérica también tenían asignados roles sociales de acuerdo al sexo al que pertenecían los individuos. Los Selk´nam (“guerreros”) más conocidos como Onas, que ocupaban la actual Tierra del Fuego, podían tener varias esposas que, mientras ellos se aventuraban a la arriesgada caza del guanaco, cuidaban la casa o recolectaban mariscos. Muchas mujeres acompañaban al hombre, se acompañaban entre sí e incluso seleccionaban las nuevas integrantes del “harem”.

LA MERCANCÍA
Simone de Beauvoir decía que no se nacía mujer, sino que se llegaba a serlo, a partir de ajustarse a los parámetros sociales de clasificación sexista. En un texto llamado “el tráfico de mujeres: notas sobre la `economía política´ del sexo”, la autora Gayle Rubin concibe a las mujeres como materia prima de un aparato social sistemático que las domestica y modela para convertirlas en productos tales como la ama de casa, la esposa, la prostituta.
Hay muchas formas, unas más explícitas, otras más sutiles, de no ser sujeto, sino objeto de las situaciones. La mercancía bajo ningún concepto puede ser vista como sujeto. Es necesaria para que un sistema económico en el que siempre suceden intercambios, negociaciones y transacciones, siga funcionando dentro de lo normal.
¿Qué será lo normal? ¿Es normal que una mujer valga más o menos camellos, que sirva para saldar deudas familiares, que deba agradar al varón para que éste quiera desposarla, que considere al hogar su única y limitada biósfera? ¿Es normal –léase también “¿es justo?”- que la prostitución comercialice en un 90% con mujeres, que un ser femenino cobre salarios inferiores a uno masculino, que la crianza y la limpieza sean asumidas como tareas de ellas?

LA PROSTITUTA
Los medios de comunicación se espantan, se horrorizan, no se explican cómo se llegó a tanto: las adolescentes manejan el capitalismo mejor que nadie y saben que cuentan con mercancías preciadas. Sexo oral es la moneda, morlacos con los que se accede a un boliche, se consigue un trago, se sube a un colectivo. ¡Qué horror! ¡Qué barbaridad! Las nenas “bien” también comercializan con su cuerpo y su sexualidad. No se paran en constitución a revolear sus carteras, pero manejan sus códigos. Los varones se revuelcan en su regodeo, se extasean de ser los beneficiarios; la oferta es tan accesible… ¡Cómo puede ser!
¿Cuánto va a durar el espanto? Actualmente hay más de 400 mujeres desaparecidas que fueron secuestradas y están siendo obligadas a prostituirse; hay mujeres que son brutalmente agredidas por sus clientes que quizá creen que alquilar un cuerpo también les da derecho a llenarlo de hematomas, cuando no a matarlo; hay travestis y transexuales que no quieren prostituirse y que no encuentran otros espacios dentro de la sociedad. Y hay varones del otro lado, que compran y comercializan, que dominan el negocio del sexo que funciona y se reproduce gracias a un silencio socialmente sostenido.

LA MADRE
El patriarcado y el machismo también son territorios femeninos. Hay mujeres más machistas que algunos hombres, que educan a sus hijos –porque esa es su función ¿no?- con barreras rosas y celestes que luego se vuelven bastante más rígidas que un color. La madre es tanto institución, como estereotipo. Es, por tanto, la que alberga mayor parte de preconceptos y la que debe cumplir con el ideal imaginario de su lugar en la sociedad perfecta.
Una buena madre que cocine, limpie, proteja, cuide, consienta, comprenda. Pero madre hay una sola (y eso sí que es cierto) y no siempre responde al estereotipo. Ser madre va más allá de la capacidad de albergar un óvulo fecundado, donde se engendrará vida. La posibilidad de ser madre, o el hecho de estar embarazada, no la vuelve a una la mamá ideal.
Son diferentes las decisiones a tomar sobre un cuerpo masculino que sobre uno femenino, sobre todo en lo que a maternidad respecta. Las responsabilidades paternas no sólo tienen 9 meses menos (con todo lo que eso implica), sino que cuentan con la opción de la huida. Se considera que el impulso sexual del hombre es un impulso irrefrenable que puede desatar, entre otras cosas, un embarazo del que, para ellos, es muy fácil desembarazarse.
Para la mujer no. Desembarazarse está prohibido y la condena social se impone sobre una madre que no quiere tener hijos.

GOBERNAR EL CUERPO
Amalia A. Hidalgo, una de las redactoras de la revista Baruyera, en su 2º edición enumeró una interesante lista de cuestiones corporales sobre las que cada individuo –incluso las mujeres- deberían ser capaces de decidir. En otros términos, Hidalgo plantea que el largo del pelo, el peso del cuerpo y sus formas, la depilación, las relaciones sexuales y el aborto, son cuestiones opcionales en las que pesan sustanciosas cargas y normativas sociales.
El eje de la discusión, por lo general se sitúa en cuestiones destinadas a no resolverse. Si es correcto o no practicarse un aborto, es una dicotomía que nunca tendrá conclusión porque cada mujer tomaría o no la decisión de abortar de acuerdo a una serie de hechos y experiencias que son propias. Lo que se discute desde el feminismo, y muchos no entienden, es la efectiva posibilidad de decidir.
La despenalización del aborto, como la posibilidad de cambiar de sexo a través de una intervención quirúrgica, o de contraer matrimonio con alguien del mismo sexo, no va a revolucionar el mundo. No va a haber hordas de mujeres corriendo a los hospitales a abortar. Quienes podrían quejarse entonces serían los médicos: el precio de la clandestinidad es para ellos, mucho más conveniente.
La consigna por la que boga el feminismo es: “educación sexual para poder elegir, anticonceptivos para decidir y aborto legal para no morir”. Pero los eslabones de la cadena se implementan tan poco que miles de mujeres mueren al practicarse abortos en condiciones altamente riesgosas para su salud. Sería bueno poder elegir antes.
AMAS DE CASA DESESPERADAS… Y PERFECTAS
El cuerpo es terreno de todos los estereotipos que pesan sobre lo que la mujer debe ser. De un tiempo a esta parte los medios de comunicación han enaltecido enormemente el avance de la mujer en el terreno laboral. Ellas ocupan cargos que antes eran sólo de los hombres, hay mujeres presidentes, rectoras, empresarias, contadoras, etc.
Pero el deber ser femenino tiene que ver con la imagen. La revista Baruyera Nº2 tiene un interesante artículo sobre cómo la publicidad televisiva impone estos modelos de mujeres. “Si sos profesional, trabajás todo el día, si sos una mujer independiente … no tenés que dejar de verte linda por las noches”. Lavar los platos y seguir teniendo las manos suaves, esperar la ayuda mágica de Mr. Musculoso para poder solucionar los problemas que la grasa trae a nuestras cocinas, hablar por teléfono todo el día, hacer las compras, ser las únicas víctimas del “tránsito lento” y tener que resolver todo a tiempo para agradar a otros, para estar dentro de lo normal.

DIME A Q SEXO PERTENECES Y TE DIRÉ Q LUGAR OCUPAS
Se nace mujer pero no se nace madre, ni ama de casa, ni propensa a la compulsión en las compras, ni dependiente del teléfono, ni flaquísima, ni maquillada, ni encremada, ni peinada como son todas las mujeres perfectas que se muestran en los medios.
Las mujeres han avanzado mucho, es cierto. Ya ni se discute sobre si las mujeres deberían votar, el sufragio femenino es un hecho. ¡Qué bárbaro! Ellas, nosotras, somos seres con reconocida inteligencia, sólo que aún el poder en manos de uñas largas pareciera un premio consuelo y no producto del esfuerzo por alcanzar ese objetivo.
En el mundo, sólo el 1% de la riqueza está en manos de mujeres. Ellas ganan el 10% de los ingresos mundiales y un 30% menos que el hombre, al realizar iguales tareas. En algo ellas los superan, conforman el 51% de la población.
La actual Presidente de la Argentina es ella y los medios publican encuestas en las que evalúan su gestión, entre otras cosas, basándose en su coquetería, como si su maquillaje o los productos para el pelo pudieran afectar su función. Independientemente del desempeño de cualquier mujer en su puesto de trabajo, su condición sexual es parte de los ítems en los que se las pone a prueba. Nunca se estableció un juicio de valor en torno a un varón considerando su vestimenta o su estilo como componentes de alta importancia; a menos, claro, que éste sea homosexual.
Quedar fuera del estereotipo tiene su precio. Hay que ser, en lo posible, macho y hétero. Si se es mujer, o se elije serlo, si se elige no tener hijos o si las preferencias sexuales son otras, aún hoy, siglo XXI mediante, no se está dentro de lo normal, hay que dar explicaciones.