domingo, 29 de agosto de 2010

Buenas amigas



Hoy necesito que Marosa me traiga hongos,
que recolecte los más rosados del jardín
de Clementina, su madre. Que los pruebe,
acaso un poco; que sienta el pecado flotando
en esa carne leve.


Hoy, si estuviera Silvina, le pediría que
me ajuste el vestido de
terciopelo hasta
que la respiración se vuelva algo impredecible.
Que las dos juntas empujen de la mesa, taza a taza, el juego de té de porcelana y que las astillas resuenen rotas en un eco terco y persistente.

Hubiera jugado a la casita con cualquiera de las
dos, si no fuera porque nunca me gustó
jugar a la casita...